jueves, 18 de febrero de 2016

Morir



No temo a la muerte
porque sería como temer que caiga algo
después de arrojarlo.


No temo a la muerte
porque sé que me espera pacientemente
hasta que descansemos
plácidamente juntos.


No temo a la muerte
porque no soy más que un suspiro
un instante
un momento
terriblemente insignificante.


No temo a la muerte
porque no soy más que una anomalía
un milagro casual
una coincidencia.


No temo a la muerte
porque sólo soy carne, miedo y heces
pústulas y orificios
deudas, deberes, obligaciones y olvido.


No temo a la muerte
porque soy débil,
efímero,
y tengo fecha de caducidad.


No temo a la muerte
porque la evito
pero la busco,
la desprecio,
pero la necesito,
es mi enemiga,
pero todo lo que hago me conduce a ella.


No temo a la muerte
porque es tan real,
tan sencilla,
tan simple,
tan constante;


pero sorpresiva,
e inesperada.


No le temo a la muerte
porque nadie sufrirá
y quien sí lo haga también se irá.


No temo a la muerte
porque un fósforo tiene que apagarse
por haber hecho combustión.


No temo a la muerte
porque sólo soy un caldo de elementos
que desarrollaron conciencia.


No temo a la muerte
porque es una trampa
de la que me olvido siempre.


No temo a la muerte
porque es el desenlace causal
al que todos llegaremos.


No temo a la muerte
porque ni dios pudo librarse
de tal suerte. 


No temo a la muerte
porque sería ridículo.






No temo a la muerte
pero me aterra dejar de vivir.





Naranja

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