martes, 15 de enero de 2013

יהודה איש־קריות

Y un grupo de los que cumplían su condena en ese lugar se juntaron para conversar. Los más nuevos contaron avergonzados porqué habían llegado. Y se asustaron cuando los más viejos dijeron orgullosos las razones por las que estaban allí. Solamente faltaba un hombre de hablar pero pareció que a los otros viejos no les importó, porque se alejaron del resto. No parecía tener intenciones de contar nada, así que uno de los jóvenes preguntó - Y usted, ¿Por qué está aquí? - No hubo respuesta. De nuevo el joven preguntó - ¿Me puede escuchar?¿Por qué está aquí? - esta vez el viejo rió y musitó - Todos ustedes están aquí porque cometieron cosas terribles - su voz empezó a elevarse - pero yo, yo estoy aquí por una injusticia. Estoy aquí porque acusé a un delincuente, un criminal. Y no hablo de un delincuente que sólo infringía las leyes del hombre, aunque también lo hacía; pero no, esas no cuentan aquí. Hablo de leyes más importantes, leyes de la moral, de ética. Acusé a un hombre que animaba a los ladrones a seguir con su conducta, que promovía la pereza entre los holgazanes y los motivaba a mantenerse sin trabajar, que impulsaba a las personas a regalar lo que tanto les había costado conseguir sin esperar nada a cambio; le decía a los pobres que nunca se esforzaran, a los inútiles que nunca se preocuparan en encontrar sus talentos, pregonaba sobre lo bien que estaba para los hijos derrochar las riquezas de los padres,  intentaba convencer a todos de que estaba bien ignorar a las autoridades y sus leyes - ... Mientras se alejaban, uno de los viejos comentó - Ah, Judas, siempre buscando la forma de confundir a los que recién llegan al Tártaro -. 

Naranja