Los
hombres le temen a tener que cambiar y a no poder cambiar. La ciencia, no.
La
semana pasada los titulares estuvieron repletos de afrentas y querellas en
contra de la relatividad especial y su célebre autor Albert Einstein, el hombre
más amado en el mundo de la ciencia. También se mencionaba a la parte
demandante, el tal CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear);
quien dijo haber desmentido a c: la constante de velocidad máxima para
el transporte de materia e información. La ola de amarillismo y las
conversaciones en el salón de clases me hicieron pensar en cuánta gente había
leído la noticia, y peor aún; cuánta gente había entendido lo sucedido. ¿Te
enteraste? ¿Lo entendiste? ¿Te interesó entenderlo un poco mejor? A mí sí, y
eso me motivó a escribir este artículo, que pretende decir mucho hablando poca
y amigablemente.
Por
la naturaleza de sus semánticas, la ciencia y el periodismo parecen tener tanto
en común. Descubrir y difundir la verdad. Pero la verdad es que la ciencia sólo
vende y sólo sirve cuando dice la verdad, mientras que el periodismo vende
cuando alguien paga por hacer la verdad, o cuando se satisface la necesidad de
asombro del consumidor, pudiendo dejar a la veracidad en un plano muy alejado.
Y algo que a mí me impresiona bastante es la capacidad de los periodistas para
generar asombro con las palabras.
Para
desmenuzar todo esto deberíamos empezar por asentar el contexto en el que la
física nos ha envuelto. Para empezar, parece que el universo comenzó siendo una
partícula a la que se le hizo segregarse en formas muy movidas de materia
llamadas energía que se separan generando el concepto abstracto no constante de
espacio-tiempo, y que tienden a regresar a su estado natural de cero entropía
utilizando unas fuerzas para condensar la energía, convirtiéndola en materia
(estructuras cada vez más gordas de energía). Así se formaron las partículas
subatómicas, el hidrógeno, las estrellas, las galaxias, los grupos galácticos,
las nebulosas y las estructuras más unidas del universo a gran escala. Ah! Y
así nos formamos tú y yo, como parte del desecho espeso de una estrella. Todo
esto lo dijeron unos desechos sapientes y espesos de estrella, que observan,
miden y razonan. Sin embargo ellos también saben que entre los episodios de la
historia del cosmos aún se esconden muchos misterios. Escenas que deberían
estar en el libreto y no están, finales inesperados, narraciones completas que
podrían ser la mísera letra de una narración mayor, o letras que podrían explicarse
con más historias. Bueno, eso es suficiente para presentarles a Albert
Einstein, quien contribuyó más que cualquiera para el desarrollo y el
entendimiento de dicha obra.
¿Y
quién se cree el tal CERN para poder hablar así de nuestro genio despeinado
favorito? Resulta que es una organización internacional cuyas instalaciones se
extienden desde el norte de Suiza hasta Italia, operando con unos 2400
empleados de tiempo completo, 7931 científicos e ingenieros, 608 universidades
y 113 naciones a su favor; con el objetivo de experimentar con partículas
recreando y comprendiendo el universo en sus edades más tempranas y en sus
magnitudes más ínfimas. Entre sus múltiples logros figuran el descubrimiento de
los bosones W y Z (cuántos portadores de fuerza al igual que el fotón), la
primera síntesis de antimateria, el récord en masa y tiempo de creación y
mantenimiento de antimateria, y hasta el montaje y uso del primer servidor de
internet.
¿Y
qué fue lo que hicieron para desmentir los factores de Lorentz, que explican el
relativismo ya comprobado experimentalmente, desde la mecánica de Galilei y
Newton hasta las deformaciones del tiempo, la equivalencia de la
materia-energía y la constante de la velocidad de la radiación electromagnética
en el vacio? Nada. Absolutamente nada que sea científicamente una afirmación.
No aún.
Resulta
que la radiación electromagnética que se propaga como ondas puras en el
espacio-tiempo cuya partícula fundamental es la energía llamada fotón debe
tener la máxima velocidad alcanzable por una forma de materia o de transmisión
de comunicación, ya que es energía pura y para ella el movimiento deja de ser
relativo. Eso no significa que no sucedan eventos más rápidos que c. De
hecho es bien conocido que los estados cuánticos de superposición de algo
afectan de manera inmediata el estado cuántico de todo lo demás. Aunque esto no
se considera transmisión de información, ya que nada de esto puede suceder
cuando existe un observador en el sistema según el principio de incertidumbre de
Heisenberg bajo el que opera a física cuántica, tal y como sucede en la
paradoja EPR o en la del gato de Schrödinger. Y las mediciones no concluyentes
que ha mostrado el CERN son 3 años de trabajo midiendo la velocidad de otro
tipo de partícula fundamental, un fermión llamado neutrino muon, que es muy
difícil de identificar por tener una masa casi despreciable e interacción nula
con otros tipo de partículas. De su masa tan diminuta se estimaba que viajaría
a velocidades cercanas pero aún así inferiores al fotón y el gluón aislado. Sin
embargo el experimento del CERN indica
que los neutrinos son incluso más rápidos.
¿
Y eso qué supone? Varias hipótesis sustentan la idea de errores en las
mediciones, ya que eso es teóricamente imposible y de ser verdad supondría la
reformulación de toda la física del siglo XX. Es la primera vez que se
cuestiona la supremacía de la constante c, aunque varias veces en el
pasado se han obtenido cálculos erróneos que atentaron contra la edad del
universo, la constante de Hubble, la constante de Planck, etc. Y en esta
ocasión la “incredulidad” científica es superior a la especulación que se ha
generado. Eso supone un error que deberá corregirse, no el inicio de una nueva
física que supere la prueba del tiempo. El mismo director de mando del
experimento manifestó que es demasiado pronto para brindar al los resultados de
una validez científica, y ya se prepara el análisis de variables no
consideradas o mal estimadas, como el proceso de generación de neutrinos,
problemas de registro de tiempo, con los detectores o los sistemas de cómputo,
e incluso efectos geológicos.
Cian
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